Comentario
El acercamiento entre Francia y Alemania -que tendría además el pleno respaldo británico- fue la indicación más clara de que, superados los problemas derivados de la aplicación de los tratados de París de 1919, estaba germinando un nuevo clima internacional favorable a la cooperación multilateral y a la solución pacífica de conflictos y tensiones, a pesar de la escasa operatividad de la Sociedad de Naciones.
Las pruebas eran evidentes. Estados Unidos había adoptado desde 1919 una política aislacionista respecto a Europa; ahora facilitarían su recuperación económica e insistirían (planes Dawes y Young) en posibilitar a Alemania el pago de las reparaciones. Gran Bretaña, absorbida por las cuestiones de su Imperio colonial y por la administración de los "mandatos" recibidos en 1919 en Oriente Medio, se había inhibido también de las cuestiones europeas; desde 1924 (gobierno laborista), Europa y la Sociedad de Naciones volverían al centro de la diplomacia británica. MacDonald, el primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores laborista, reunió en Londres (16 de julio de 1924) la conferencia que aprobó el Plan Dawes, a la que asistieron Herriot y Stresemann, y fue el promotor del llamado "protocolo de Ginebra" (2 de octubre) en virtud del cual, de haber sido aprobado, los países miembros de la Sociedad de Naciones se habrían comprometido al arreglo mediante arbitraje de las disputas internacionales. Aunque el gobierno conservador de Baldwin, con Austen Chamberlain en Exteriores, volvió a distanciarse expresamente de la Sociedad de Naciones, insistió reiteradamente pese a ello en la necesidad de llegar a acuerdos especiales y limitados -en concreto, en torno a la seguridad de las fronteras entre Francia y Alemania- como garantía para la paz. Como enseguida veremos, el gobierno Baldwin suscribió todos los grandes acuerdos internacionales de la década.
Por lo que hacía a Francia, el cambio era aún más perceptible y radical. Si hasta 1924 su política exterior se había limitado a lograr que se impusiera a Alemania el cumplimiento estricto del tratado de Versalles, desde la llegada al poder de la izquierda y sobre todo en la "era Briand" (1925-32), Francia aparecería como el campeón de la distensión con Alemania, de la seguridad internacional, de la unión europea y de la Sociedad de Naciones. Hasta la Italia de Mussolini firmaría los Tratados de Locarno y el pacto Kellogg-Briand, los dos acuerdos internacionales que más expresivamente vinieron a simbolizar el nuevo clima de cooperación y pacificación internacionales que, como se ha dicho, cristalizó en la segunda mitad de la década de 1920.
En efecto, el Plan Dawes (abril de 1924) sentó las bases para la solución de la cuestión alemana. Solicitada por el gobierno alemán a la Comisión Aliada para las Reparaciones de Guerra una investigación sobre la economía de su país, la comisión de expertos nombrada al efecto, presidida por el banquero norteamericano Charles G. Dawes, recomendó que la cantidad anual que Alemania debía pagar se fijase en dos millones y medio de marcos-oro y que se concediese a Alemania una cuantiosa cantidad (800 millones de marcos-oro) en créditos. Patrocinado por Estados Unidos y Gran Bretaña, aceptado tras alguna reticencia por Francia, el Plan logró sus objetivos: la economía alemana inició su recuperación, Alemania pudo empezar a pagar las anualidades acordadas y Francia se sintió satisfecha y retiró sus tropas del Ruhr a partir de 1925.
El 1 de diciembre de 1925 se firmaron los llamados Tratados de Locarno, auspiciados por Gran Bretaña (Austen Chamberlain), Francia (Briand) y Alemania (Stresemann). El principal de ellos, suscrito por Francia, Bélgica y Alemania y garantizado por Gran Bretaña e Italia, confirmó la inviolabilidad de las fronteras alemanas con Bélgica y Francia y la desmilitarización del Rin. El 8 de septiembre de 1926, Alemania era admitida en la Sociedad de Naciones. El 27 de agosto de 1928, Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Alemania, Italia y Japón firmaron en París el llamado Pacto Briand-Kellogg, esto es, la propuesta del ministro francés de Exteriores, Briand, de quien partió la iniciativa, y del Secretario de Estado norteamericano Frank B. Kellogg, por la que los países firmantes renunciaban a la guerra como medio de resolver los conflictos. En ese clima, el Plan Dawes fue revisado y sustituido por otro mejor, el Plan Young (febrero de 1929), que tomó su nombre del financiero norteamericano Owen D. Young, presidente de la comisión encargada de la revisión: la deuda de guerra alemana fue reducida en un 75 por 100 y fijada en 121 billones de marcos, y se amplió hasta 59 el número de plazos para su pago.
Lo que se dio en llamar espíritu de Locarno, el deseo de paz y cooperación, parecía, pues, triunfante. El 8 de septiembre de 1929, Briand proponía ante la Sociedad de Naciones la unión federal de los pueblos europeos y preparó, ya en mayo de 1930, un Memorandum en esa dirección que entregó para su estudio en las distintas cancillerías europeas. Incluso cuando ya empezaba a manifestarse la crisis de la economía mundial, hubo indicaciones de la voluntad conciliadora de los gobiernos occidentales. Vueltos los laboristas al poder en Gran Bretaña en junio de 1929 tras su victoria en las elecciones de mayo, el ministro de Exteriores, Arthur Henderson, logró que su país, Francia, Estados Unidos, Japón e Italia firmasen el "acuerdo sobre desarme naval de Londres" (22 de abril de 1930) que, ampliando los acuerdos de una conferencia anterior celebrada en Washington a fines de 1921, limitaba la carrera de armamentos al decidir la suspensión por seis años de las grandes construcciones navales y la reducción de los efectivos existentes. La Sociedad de Naciones mantuvo una Conferencia sobre Desarme a lo largo de los años 1932-34.